Bueno, yo tenía trece años, cumplidos el día anterior. Y además tenía 41, también recién cumplidos. A los trece estaba enferma de algo en la cama (enferma en serio, que en Argentina el 11 de septiembre es feriado, para los mal pensados), a los 41 me acababa de levantar de una corta noche de sueño después de los festejos del cumple (es que a los 41 a una la dejan salir y hasta le dan la llave si una se descuida)
El 11 de septiembre, a los trece, fui testigo radial, paso a paso, de lo que se me antojó una ignominia y hasta puedo decir que sabía lo que significaba esa palabra (y tenía más, no en vano la Peti me llamaba “el diccionario con patas” y no era elogio, papá Quino)
El 11 de septiembre, a los 41, me quedé sin palabras. Dos días, dos horrores, la radio de testigo y la resignificación instantánea de dos espacios en el tiempo de lo que espero sea sólo la mitad de mi vida.
A los 13, en Buenos Aires, sin saber que ya estaba escrito en la pared lo que se nos venía al otro lado de los Andes (y no precisamente en un burro muerto de hambre). La ignorancia es bendición, a veces. Otras, ignorancia, pura y dura. En ese entonces (y ahora también) la biblioteca de Babel, tal vez podría contener, un poco ajustadamente por la falta de espacio y sólo si evacuaban bien los bibliotecarios, la cantidad de cosas que no sabía yo. Precisamente, la biblioteca contenía ya el dato de que Victor Jara iba a morir en el Estadio, con muchos otros más, menos famosos aunque igual de humanos. Creo que ya sabía quién era Victor Jara (algo es algo) y los primeros tres versos de “Te recuerdo Amanda”. Otro dato inservible: yo creía que mi vida iba a transcurrir como lo anticipaba mi padre. ¡Joder! Así cualquiera pierde las ganas. Yo creía, ilusamente, que los estadios eran espacios de recreo, pa' jugar al fútbol o correr carreras y esas cosas. Y los estadios nacionales mucho más, porque hasta se podían hacer conciertos ahí, y tocar la 1812 sin que los cañones rompieran mucho las gradas.
¡Ah, los cañones! sí, claro, los cañones... El general Cañones y su sobrino Isidoro (¿era sobrino, siguiendo la regla de la orfandad literaria o la del Pato Donald?). Sí, esos cañones. Es que mi abuela todavía vivía y me pasaba furtivamente los cincuenta centavos, de vez en cuando, protestando por la inflación aunque yo creía que hablaba de que estaba gorda, para que me comprara una usada y la leyera en vez de romperle los jarrones (proverbiales jarrones, si total mis primas ya habían pasado por ahí antes que yo) Todo un genio en eso de la psicología infantil, mi abuela.
Pero si de re-significar se trata, re-signifiquemos en paz, que tiempo hay. Otra sorpresa. La que entra por la puerta no es mi abuela con el Patoruzú. Es mi prima (Leda, siempre terminás en estos blogs, te guste o no) y son como las tres de la tarde y, aparentemente, hay una pila de estudiantes que se van a manifestar contra el golpe de estado que esta ocurriendo allá donde pedía morfi el burro aquel de San Martín. "Dale, que después nos vamos a lo de la tía Rosa a comer merengues" ¿Pero me dejará ir? Te apuesto a que no. "¿Cómo... vos no estabas enferma?" ¿Viste? ¡Te gané! Me quedé sin merengues.
A los 41, por desgracia, vislumbré lo que se venía y de pura intuición, o años que una ha venido juntando, o suerte perra, no me equivoqué. ¡Qué pena! ¡Hubiera sido tan refrescante eso de haberme equivocado...! Pero no. Re – significación de espacios y la guerra, otra vez, a la vuelta de la esquina. ¡Joder...! ¡Mierda...! Te gané... ¿Y los merengues?
Pero eso no es lo que quería decir. Ya ni me acuerdo en realidad. ¡Ah sí! Bueno, es que la edad viene en malas compañías. Quiero decir, un poquito de sordera por aquí, un poquito de miopía por allá y en el medio esa sensación ineludible de que, de frente al horror que estamos presenciando (sic), lo que se viene es casi como peor. Deja vu... (Che, no sé qué esperan, ¿Montaigne?, con un año de francés, aunque haya sido en el CNBA hace tropecientos años - y me quito, claro,)
Me pregunto cuántos tuvieron ese día, frente al feed de todas las emisoras estadounidenses transmitiendo al mismo tiempo por el Canal+ en Lanzarote (agujero marciano y precioso del culo de Europa) esa sensación de vértigo que produce el saber que se viene la hecatombe. Yo apuesto a que mucha gente, realmente, que no tengo veleidades de originalidad y mejor mal acompañada que sola, en ciertos casos. ¿Cuántos de ellos tenían pasaje para viajar en avión? Levanto la mano. Vuelvo a los 13, hago testamento, le digo al Juano qué hacer en caso de… y en 10 días salgo para Madrid, sin seguridad de que podré volar pero con permiso para quedarme una noche en Philly a visitar a Jim y a Beth, cortesía de United Airlines. Volaaareeee… oh oh.
Claro que hablar después de 33 años, de cinco, o de tres minutos es muy simple. Así que… ¿me retracto? No, ¿para qué? Si esto no es de lo que quería hablar. Se preguntarán entonces (con algo de razón pero no con toda) "¿Y de qué cuernos querés hablar?" "Qué se yo", responderé, mirando desde lejos, como si la imagen no me tocara. "¿Importa realmente?"
A los impacientes sí.
A los hollywoodienses también.
A los lilliputienses, un montón más.
A los otros, tal vez no.
"¡Hola, Otros! ¿Qué tal?"
" … y… ¡NADA! ¡Hola, profesora!"
Acá estoy porque he venido,
porque he venido aquí estoy,
y si no gusta mi modo,
vaya a leer otro blog.
Bueno, ta. Tranquila. Volvé a la tierra que te perdonamos la multa. No pasa nada.¡Uuukeee! Ta bien, a la tierra vamos.
¡Upa! Lo siento, nos bajamos en el piso que no era. Y bueno, se abrió la puerta del ascensor y nosotros, en babia, dijimos "Si se para debe ser mi piso" y arremetimos como el Makz cuando viene embalado detrás de la pelotita de turno. (Pobre gato, abducido para el blog, ¿no sufre ya mucho ese bicho?)
¿Y adónde hemos llegado?
A la tierra, sí claro,
señales hay,
y de peso,
para pensar eso.
Un prado bucólico, algunos pastorcitos con ovejas, tal vez una parejita pasada de moda hace mucho tiempo ya, en eso de la estética. Arbolitos, matorrales, bosquecito fresco (solo le falta la fuente para el locus amoenus) ¡Vaya paisaje! Este no era nuestro piso. Pero como lo fantástico sólo vuelve a abrir esas puertas en las películas, no nos queda otra que explorar. ¡Exploremos pues, que tiempo sobra (como que fuimos p’atrás)!
¿Estaremos en la Grecia del renacimiento?
Pará loco, que una tiene su cachito de curtura. El cuadro ese no es renacentista. Mirá cómo van vestidos. ¿Tas mal? Con tules y miriñaques. Y esa palidez que compite con los tules, ¿qué? Mirá bien.
Che, fijate detrás de la tarjeta a ver… ¿cómo se llama?
Chau.
¿Ya te vas?
¡Nooo! Que dice “chau”… en la tarjeta, ¡bolas!
¿Cómo chau? ¿Tas mal? ¿Cómo se va a llamar Chau? ¿No ves que es de Europa el paisaje? Si tuviera ombú todavía, sería pampeano. (¿No será del Paraguay?)
Nooooo. Que te digo que leíste mal o que el nombre está borrado. Dame pa’ ca. Dale.
Bueno, tomá, ahí lo tenés. Miralo vos a ver qué dice.
Ves, se le borroneó la letra. Dice… Achau.
¡Salud!
No, ¿qué salud? Achau. Te lo dije. Te gané. (Pasame un merengue, tía)
Achau? … ¿De qué año es? ¿Dice?
Sí, 1969...
Sí, claro, va a ser del año que viene el cuadro y todo.
Ah… nooo. 1869…
¿Seguro que dice Achau?
Ah no, me faltaba una letra, es que se cayó galletita sobre el nombre y ahora no se ve nada. Es una O…
Vos estas del marote. ¿Cómo va a ser Oachau? ¿En qué idioma es eso? No puede ser.
Seguro…bueno, también podría ser una D, ¿no?
Allá, a lo lejos y falta tiempo todavía, David Wyman se mata de risa: “¡ay, estos críos…!” “Nada que hacer, habrá que esperar unos 20 años más para que la piba esta caiga. Pero ya caerá, yo me encargo, no se preocupen” Y es que después del ’42 los lugares y el tiempo y las flores que lleva la gente en el colectivo son intercambiables, reducibles, liminares y sobre todo, debatibles.
Allí, de lo que va del cuadro al estadio y a la doble ausencia, sólo nos separa el salir del ascensor como atolondrados. Vaya uno a saber. Total dos años también pueden ser un día, o cincuenta. Pueden ser dos minutos y viceversa. Y no les hablo de las millas y los milímetros para no abutere patientiae nostrae.
A mí no me sigan. Yo también estoy perdida.
Estarán de acuerdo conmigo en que, después del latinajo, y a la hora de la cita culta, esto es un poco menos visto que el "Lasciate ogni speranza..."
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Siempre tuve ganas de escribir un manifesto fantástico - surrealista.
Pena, Marce, te llevaste las pistas y nos dejaste sólo los acertijos.
¿Y ahora, qué hacemos?
Che, ¿queda yerba?...
jueves, 14 de septiembre de 2006
¿Dónde estabas el 11 de septiembre?
A Marcelo, in memoriam.
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